goltraí


El sonido de las cuerdas me hace temblar, algunas noches.
La ausencia de sonido
sonido esencial
esencial tu mirada
mirada de risa
risa violenta
violenta caída
caída alzada
alzada de gigante
gigante profundidad café
café tu pelo
pelo de sol, de luna
luna en tus ojos
ojos de estrella
estrella donde vives
vives cercano-lejano
lejano, perdido, ausente
ausente de voces
voces corales, todos menos tú
tú, ignota tierra nueva
nueva y antigua, misterio insondable y custodiado
custodiado por un enjambre de agradables risas.
risas, eres risas, risas entumidas.
entumidas miradas nocturnas
nocturna esperanza
esperanza sin miedo esta vez
vez enésima, no quiero equivocarme de nuevo.

aiteacht

(Del lat. molestĭa).
1. f. Fatiga, perturbación, extorsión.
2. f. Enfado, fastidio, desazón o inquietud del ánimo.
3. f. Desazón originada de leve daño físico o falta de salud.
4. f. Falta de comodidad o impedimento para los libres movimientos del cuerpo, originada de cosa que lo oprima o lastime en alguna parte.
 J.L.A in memoriam
La sutil arma de doble filo que es al lenguaje solía rebelarse en contra de los marinos de rudo parlare. Al no saber manejar tal elemento corto-punzante solían terminar con las manos y el rostro lastimados, cubiertos hasta la coronilla de sincera perplejidad. El resto de la concurrencia no podía hacer otra cosa que sonreír de manera condescendiente, mientras los apabullados mercantes ocultaban sus rostros enrojecidos en los pliegues de la tela.
Mientras tanto, mientras veía a los rudos hombres irse flotando en la madera de los navíos,sentado en las rocas que orlaban cuan pechera de encaje las costas de su ciudad, el observante tomaba apuntes. Apuntes de cada una de las caídas, notas cuidadosas de cada cajón puesto en el puerto, de cada palabr(ota)a dicha. De cada herida sin querer. Buscando maneras de curarlas con esa ciencia cuasi mágica llamada medicina; moviendo con delicada rapidez esas dolorosas mariposas que tenía por manos; concentrado en el eterno arte de curar a las almas entumecidas, que muchas veces no tenían nada para pagar, salvo sus rudas palabras.
El médico curaba astillas, fracturas, muelas. Curaba corazones, a veces. Y cada curación era pagada con una sarta de insultos, causa simple: la falta de anestesia.
Hasta un paciente diferente. Que no sabía exactamente qué le molestaba; sólo sabía que le dolía "Algo". ¿Una astilla ubicada en un lugar no-dentificado? ¿Un humor mal ubicado? ¿Una luxación? ¿Ulceras? Tras cientos de intentos pacientes por curar la herida imposible, que supuraba de manera cada vez más violenta, tras miles de palabras suaves dichas para anestesiar el ardor insoportable de cada curación; tras litros de escupitajos que lanzó sobre su cara, el médico decidió rendirse. Cansado de tanta miseria, abandonó sus instrumentos y todos los libros y se fue lejos del pueblo. Lejos del enfermo imposible, de sus miles de síntomas imaginarios, de los palos al aire y las palabrotas gritada sen el único estudio. Lo declaró terminal y le dió el Alta.

Tres días después se enteró de que el Paciente lo seguía en una carreta de libros, buscando su gloriosa medicina "que era lo único que lo mantenía sano". Tres días después de eso, el Paciente abortó la misión, sólo para reemprenderla tres días después. Y así, en un largo vagabundear, hasta que el Observante-Médico decidió borrar sus huellas, perdiéndose en la infinidad de la noche.
Y dijo Dios: Hágase el silencio.

y el silencio cubrió las espesuras de la mente de los hombres

titim

(Del lat. cadĕre).3. intr. Dicho de un cuerpo: Perder el equilibrio hasta dar en tierra o cosa firme que lo detenga. U. t. c. prnl.


No hay mejor alivio para las ansias de soledad que un salto al vacío. Ese salto en el que se siente el viento cruzando feroz por el pelo, en el que todos los segundos desaparecen tragados por la inmensidad del paisaje que vuela borroso frente a nuestros sentidos.
Ese salto cuántico cuyo objetivo final es la nada; cuyo simple fin es la actividad de matar las horas, los segundos y las palabras en un disparo de eones de excitación acumulada.
Un salto que puede ser pregunta, respuesta o juego. Un salto que es también negación, negación de un tú, de un yo y de un nosotros. Un salto inmerso en la belleza, un salto en el que se vislumbra levemente un puente hacia un camino nuevo. Un salto que es también juego.
Por que somos ante todo, homo ludens, la explicación misma de las pulsaciones de pensamiento es el jugar mismo, y los sentidos sucumben fácil hacia lo desconocido.
Lo desconocido que puede ser también bello, que puede encerrar dentro de su génesis los secretos intrínsecos del universo.
Por que tras cada llave de sol y juego armónico se esconde la matemática de la creación,  a algunos cuya naturaleza humana nos es dado poner en duda se les ha abierto la posibilidad de trascender en la naturaleza saltatoria de aquellos cuya agudeza no alcanza niveles de creación tan espectaculares.
Más que un salto, podríamos decir que lo que cura las ansias de no-soledad es una caída libre. Una caída en la que probamos nuestra propia vulnerabilidad, escondida cuidadosamente por nosotros en los pliegues recónditos del lenguaje; una caída en la que nuestros sentidos se confunden hasta el límite del absurdo, bailando entre todos una danza endiablada de lo sublime y lo abyecto; cayendo, en fín, hacia la sima de la memoria en busca de una manera de alzar el vuelo nuevamente.

teannáil

(Del lat. pharus, y este del gr. φάρος).
1. m. Torre alta en las costas, con luz en su parte superior, para que durante la noche sirva de señal a los navegantes.

 Surcando nuevos mares miraba la lejanía el marino. A lo lejos, se perfilaba la línea de la costa, como un dibujo de acuarela bellamente trabajado. Nuevas tierras, Ignotas tierras, cuyas densitudes ansiaba conocer el marino...
Sin un destino conocido, sujeto a los caprichos de los vientos, sin un tiempo determinado, sin una cuenta regresiva que corra tras sus pies.
Infinitamente solo, buscando entre todas las islas alguna que pudiese pertenecerle, aquella isla en la que pudiese sentarse y tocar el arpa. Aquella que lo llamase con su dulce voz.

biáidh

Un poema es una cosa que será.
Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.

(Vicente Huidobro, Altazor)